El nuevo gobierno de Donald Trump ha colocado la problemática migratoria en el centro de su agenda política, generando reacciones diversas entre las partes involucradas. Mientras muchos migrantes legales en Estados Unidos respaldan estas medidas, aquellos indocumentados temen ser detenidos y deportados, a pesar de llevar años viviendo y trabajando en el país. Aquellos que ni siquiera lograron cruzar la frontera quedaron atrapados en un limbo jurídico que llevará tiempo resolver.
A nivel gubernamental, aunque con matices, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos ha mostrado disposición a colaborar con las nuevas autoridades estadounidenses, incluido el régimen de Nicolás Maduro. Con el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, como ocurre en otros temas, la situación es más compleja. De hecho, ha impedido el ingreso a sus propios ciudadanos que intentaron regresar tras no lograr llegar a Estados Unidos.
La cuestión migratoria es crucial para muchos países de Centroamérica, donde gran parte de sus ciudadanos vive de manera irregular en Estados Unidos, expuestos a posibles deportaciones. Además, las remesas que envían representan una parte significativa de los ingresos de divisas, sosteniendo a muchas familias y dinamizando la economía local.

Una nueva etapa en las relaciones bilaterales
La reciente visita del secretario de Estado Marco Rubio para negociar un nuevo acuerdo migratorio con el presidente Bernardo Arévalo marca un punto de inflexión que podría interpretarse como un nuevo comienzo y una oportunidad para alcanzar acuerdos mutuamente beneficiosos.
Además de abordar las deportaciones, es crucial incluir en las negociaciones la creación de mecanismos legales de migración que sean ágiles, accesibles y permitan a los migrantes viajar por períodos preestablecidos, regresando a sus hogares una vez finalizadas sus labores. Esto también permitiría a las empresas estadounidenses disponer de un marco legal y previsible para contratar personal en períodos de alta demanda, como las temporadas de cosecha.

Migración temporal y legal
Nuestro país tiene un valioso precedente en el acuerdo alcanzado en 2019, durante la primera administración de Donald Trump. El exministro de Gobernación durante la presidencia de Jimmy Morales, Enrique Degenhart, quien lideró esas negociaciones, destaca la importancia de retomar este tema, cuya implementación traería múltiples beneficios.
Por un lado, se combatiría a los grupos criminales que se aprovechan de la necesidad de los migrantes, cobrándoles altas tarifas para “garantizarles” el cruce ilegal y que, en muchos casos, cometen crímenes atroces como asesinatos y violaciones. Por otro lado, se abarataría todo el proceso, permitiendo que los migrantes obtengan un beneficio razonable en cada temporada de trabajo. Además, se evitaría la desintegración familiar, reduciendo el sufrimiento y el dolor derivados de largas separaciones.
Degenhart también sostiene que es necesario abordar el asunto de los guatemaltecos que viven irregularmente en Estados Unidos, cuyo número se estima en más de tres millones. El objetivo es que, gradualmente y cumpliendo los requisitos legales, puedan acceder a la residencia y permisos de trabajo, lo que les permitiría vivir sin miedo a la deportación y visitar a sus familias sabiendo que podrán regresar sin problemas.
Desde el punto de vista estadounidense, un acuerdo de este tipo también sería beneficioso. Edward Dolan, exagregado del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), asegura que permitiría controlar mejor los antecedentes de quienes ingresan legalmente, evitando que personas con intenciones delictivas se mezclen con trabajadores honrados. Además, reduciría el financiamiento de las bandas criminales dedicadas al tráfico de personas, un tema de interés prioritario para el gobierno estadounidense.

Una oportunidad histórica
Dolan afirma que este es un momento propicio para alcanzar acuerdos entre América Latina y Estados Unidos, ya que, por primera vez en décadas, el gobierno norteamericano vuelve a mirar hacia el continente después de años enfocado en otras regiones, como Medio Oriente y Asia. Según el exfuncionario, el estilo de Trump es duro porque es “un negociante”, pero está dispuesto a alcanzar alianzas que permitan a los países mantener su soberanía y proteger a su población. Como ejemplo, menciona los acuerdos alcanzados por Nayib Bukele durante la reciente visita de Marco Rubio a El Salvador.
En el mismo sentido, Degenhart advierte que Guatemala “no puede cometer errores”, ya que “no sabemos cuándo tendremos otra oportunidad”.
En un contexto de tensiones y desafíos, la migración sigue siendo un tema que une y divide a las naciones. Sin embargo, la posibilidad de acuerdos bilaterales y mecanismos legales ofrece una luz al final del túnel.
Si las partes involucradas logran encontrar un equilibrio entre seguridad y humanidad, esta crisis podría convertirse en una oportunidad histórica para construir un futuro más justo y sostenible para todos.