El vehículo que trasladó este sábado los restos del papa Francisco por las calles de Roma hacia su última morada en la basílica de Santa María la Mayor de Roma fue un regalo de México al Vaticano.

El papa Francisco visitó cinco regiones de México en 2016, incluida Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, en donde denunció que los migrantes recorrían un “camino de terribles injusticias”.
El féretro del papa recorrió este sábado las calles de Roma a bordo del vehículo ante unas 400.000 personas que siguieron la jornada de despedida en las calles de la capital italiana, la plaza de San Pedro del Vaticano y sus alrededores.

Un “viva, viva” irrumpe entre el aplauso continuo que acompañó este sábado a Francisco en su último baño de masas, desde la basílica de San Pedro a la de Santa María la Mayor, su lugar de sepultura.
A bordo del papamóvil, su féretro recorrió 4 km de la Ciudad Eterna, en los que pasó por el icónico Coliseo romano y los Foros Imperiales.

“Grazie Francesco”, rezaba una pancarta blanca con letras rojas gigantes que colgaba de un edificio situado frente a la basílica donde fue enterrado el primer pontífice latinoamericano.
El aplauso dio paso al silencio cuando el féretro fue descendido y desapareció entre las puertas de la imponente iglesia del siglo V situada en pleno corazón de Roma.
“Más normal, más humano”
Romina Cacciatore, de 48 años, llegó con su familia a eso de las 6 de la mañana, siete horas antes de la llegada: querían un buen puesto para ver al papá.
Más allá de la nacionalidad argentina, también tienen una historia compartida.
Su hijo nació el mismo día que Francisco fue elegido, el 13 de marzo de 2013, y sin saberlo había decidido bautizarlo: Francesco.
Y pude conocerlo tres años después en una audiencia. Le regaló un rosario que guarda “en una cajita con lo más preciado”, dijo Cacciatore a la AFP.
Atesora fotos de todo. “Es un ser de luz, irradiaba paz”, expresó. “Terminó convirtiéndose a la iglesia en algo más normal, más humano” y “revalorizó mucho al inmigrante, que somos muchas veces los más marginados”.

El entierro en la intimidad duró una media hora, pero la gente permaneció en los alrededores de Santa María la Mayor por más tiempo. El público podrá visitar la tumba a partir del domingo.

“Era un santo en vida”
La misa funeraria de Francisco se ofició en la plaza de San Pedro, que congregó a 250.000 fieles.
Andrea Ugalde estuvo entre ellos. No durmió, llegó a la una de la mañana a uno de los accesos y corrió tan rápido como pudo para ubicarse “en primera fila”.
“Fue una experiencia increíble, hermosa y humilde”, señaló la mujer de 39 años, al terminar la ceremonia.
“Valió la pena no haber dormido”, añadió Ugalde, que compró un boleto de Los Ángeles a Roma tan pronto como supo que el papá murió.
Miles de personas llenaron rápido la avenida, la plaza, los alrededores.
Muchos de los asistentes eran jóvenes peregrinos con banderas y estandartes sobre los hombros, mientras sacerdotes vestidos de gala se arremolinaban bajo las majestuosas columnas de la famosa plaza de Bernini.
Algunos dolientes rezaban rosarios y oraciones en silencio. Otros posaban para fotos con camisetas con el rostro del papá y una paloma, y la basílica de fondo.
“Era un santo en vida”, expresó Gabriela Bracamonte, que viajó desde Argentina con un grupo de fieles por la canonización suspendida de Carlo Acutis, el primer santo milenial.
“Vino a hacer una revolución en la Iglesia católica”, agregó esta mujer que llevaba una bandera argentina amarrada del cuello.
Ugalde coincidió: El papá “es la definición de un ser humano”.